sábado, 9 de marzo de 2013

Comiendo brevas




Corrupción y mentira. No pasa día sin que la radio, la prensa, la televisión e Internet vomiten  las miserias políticas de esta España nuestra. Un día aparece un señor con una cuenta con 22 millones de euros en Suiza, que luego resultan ser 38, y otro una señora hace una penosa intervención pública inventándose la revolucionaria forma de “despido en diferido”, como la retransmisión de algunos partidos de fútbol en la tele. Un día aparece el presidente diciendo que no sabe nada de sobresueldos y otro sacudiéndose las acusaciones, con sus declaraciones de la renta que, amén de subirse el sueldo un 27% en plena crisis, no prueba en nada su inocencia. ¿Desde cuando hay alguien que declara el dinero “B” en la declaración de la renta?. Y con este pueril argumento, toda la plana saca pecho para demostrar lo indemostrable.
         Un día un señor nos habla de cómo no han podido despedir a un compañero imputado en la trama Gürtel y, dos días más tarde, lo despiden, porque, como todos sabíamos, sí que se podía.
         La mujer no sabía nada de lo que pasaba en su casa cuando vivía con el marido. El brazo derecho de unos no sabía ni media de lo que hacía el brazo izquierdo. Los amigos no se enteraban de nada y al capitán de la nave le dieron el carné de bienvenida a la inopia nada más llegar. Todos estaban en la higuera, comiendo brevas. ¿Sobres?. Allí no veían  ni los que traía el cartero.
         Ninguno sabía nada. El garbanzo negro de la olla estaba apartado desde hacía mucho. Pero no, luego resultó que estaba en el fondo del caldero, que, por lo visto, no lo sacaron nunca. Si, pero no. No, pero si. Te echo de mi casa, pero luego compartimos mesa, nos divertimos juntos y hasta guardamos nuestros secretos, Y la oposición critica y el Gobierno le dice y vosotros ¿qué?. Y le restriega por el morro sus muchas suciedades y errores. El ventilador se pone en marcha y todo se salpica de porquería.  Y como todos tienen trapos sucios que lavar, amigos que proteger y errores que pasar por alto, seguimos lo mismo. Sin que haya transparencia en los partidos políticos, sin que la verdad resplandezca. Sin que se promulguen leyes que metan en vereda a los corruptos, utilizando todas las maniobras dilatorias que les brinda esta justicia tortuga, escurriéndose entre las grietas legales con los mejores abogados, agotando todos los recursos.
Seguimos viendo como se deja sin castigo a los mangantes, a los compañeros  que les ayudaron, con  los que tanto han compartido, a los asesores, que ahora desembarcan con sueldazos en la sanidad privada, a los amigos de sus amigos, que también son sus amigos. Y todo este compadreo, todo este afán de salvar el culo y la poltrona, siempre está muy lejos de la ética, de la dignidad, de la honradez, caiga quien caiga.
         Cuando algo huele a podrido, quien más o quien menos se desentiende y dice que los tribunales tienen la última palabra. No se ponen a trabajar para atajar la corrupción. Aquí sólo se habla.
         En Alemania un ministro dimitió por haber copiado en su tesis cuando era estudiante. En Inglaterra otro dejó el cargo por mentir a cerca de una multa de tráfico. Aquí, aunque la vergüenza arrastre por el suelo, se sigue en el puesto, como si nada. En España  hay discursos y frases. Hay algarabía y nada más.  Por tanto, con los dos partidos mayoritarios, seguimos, empantanados en ese juego de si pero no, escondiendo las manos debajo de la mesa. Entre la ética del discurso televisivo para dar buena imagen y la tropelía bajo cuerda. Entre la frase florida para quedar bien y el atraco canalla. Entre la pompa para salir en la foto y la miseria del ladrón de guante blanco. Entre la demagogia y la obscenidad del fraude y la mentira. Entre la democracia de mitin y el esconde las pruebas para que no nos pillen.
         Los ciudadanos estamos cansados. Hartos de mentiras, de promesas que se apuntaron en el agua, de papeles mojados, de electoralismos y brindis al sol. Queremos que los políticos trabajen de verdad para defender nuestros derechos, no para que los pisoteen. No para que nos pongan excusas y nos tomen por tontos. No para que nos hagan comulgan con ruedas de molino.
         Hace unos días la ministra de Sanidad, Ana Mato, tuvo la osadía de decir que la sanidad ha mejorado en España. Por lo visto no quiere enterarse de las plantas y hospitales que han cerrado, de los trabajadores sanitarios que han ido a la calle, de las manifestaciones en contra de su política, de las listas de espera, que tanto han aumentado, de la calidad de las prestaciones que tanto están bajando, de esa sanidad pública que se está desmantelando cada día que pasa. También hay otros responsables que, para pasmo de España entera, afirman que la educación o la cultura, gracias a una mejor gestión, experimenta una mejoría. 
         Ya lo dice el refrán: “no hay mejor ciego que el que no quiere ver”. El Gobierno está ciego y, visto lo visto, no se entera ni de lo que pasa en su partido ni de lo que nos pasa a los españoles. Con esta ceguera y las pocas ganas que hay de bajar de la higuera, los tropiezos están servidos.