domingo, 24 de septiembre de 2017

Solo con nuestras manos




                                                      
Unas cuantas páginas, letra pequeña, capítulos, artículos y un rosario de medidas y disposiciones. Un texto farragoso y lleno de leyes. Así, como suelen aparecer miles de órdenes de los distintos ministerios,  apareció publicada en el BOE el pasado 2 de agosto la orden ESS/729/2017 por la que se declaraban regiones y provincias afectadas por pedrisco e inundaciones para reparar los daños causados. Con esta ley se encuentra el agricultor afectado por pedrisco que ha escuchado el rumor de que quizás no tenga que abonar el cupón de la seguridad social.  Lee una parte del primer párrafo. El acuerdo del Consejo de Ministros, de 9 de diciembre de 2016, por el que se declaraban determinadas provincias afectadas gravemente por una emergencia de protección civil, como consecuencia de inundaciones y pedrisco , y se adoptan medidas para reparar los daños causados, prevé en su apartado tercero .5 la adopción de ayudas laborales de Seguridad Social  previstas en el artículo 24.2.b de la Ley 17/2015, de 9 de julio del Sistema Nacional de Protección Civil, constituidas en materia de Seguridad Social por exenciones y moratorias en el pago de cuotas y por conceptos de recaudación conjunta, y por medidas que facilitan el acceso a la protección por desempleo e incrementan su duración…  Sigue leyendo. Hay  un interminable bla-bla-bla jurídico que debe haber costado lo suyo en redactarse. Bien podría resumirse en un simple párrafo donde los conceptos fuesen bien claros, pero el objetivo es otro: marear al lector para que no sepa con qué carta quedarse.
El afectado va a la oficina de la seguridad social más próxima, pero allí no saben nada. No están autorizados para tales menesteres. Su cometido no es  informarse y transmitirlo  a los interesados. Lo suyo son los trámites. Ven dentro de unos días para ver si nos dicen algo, le responden. El siniestrado vuelve. Siguen sin saber nada, eso sí, le entregan un número de teléfono, uno de pago. Por lo visto la información de los servicios públicos hay que pagarla por partida doble. Primero a través de nuestros impuestos y después cuando llega la ocasión. El siniestrado llama y escucha la voz de un contestador automático. Si quiere hablar de esto pulse uno, si quiere hablar de lo otro, pulse dos, si quiere no sé qué, pulse tres, si quiere no sé cuántos, pulse cuatro y para cualquier otra consulta permanezca en la exasperante espera. Una voz aflautada coge el auricular. El siniestrado le cuenta lo de la orden de marras. Todavía no son las dos, pero los técnicos que llevan ese asunto ya no están. Llame usted el lunes, le responde la funcionaria. El paciente siniestrado repite la llamada dos días más tarde. Vuelve a contar la película de la orden ESS/297/2017. Responde una voz femenina a la que solo le falta responder ¿de qué me habla? ¿qué película es esa?  Y acto seguido pasa la pelota a un compañero, al parecer el técnico experto en descifrar leyes. Tampoco él sabe de qué va la cosa. Al agricultor damnificado le consta que no es el primero que se interesa por el asunto, a pesar de todo  en la oficina están bastante perdidos. El técnico tiene que consultarlo. Pide sus datos personales al interesado y le dice que lo llamará. Todo un detalle por su parte, habida cuenta de que la Administración ofrece a la ciudadanía un 901 para informarse. Al cabo de unos días, efectivamente, llama. La supuesta ayuda, sellada, firmada por altos cargos, cacareada en el Boletín Oficial del Estado, difundida por televisión, mareada en distintos consejos de Ministros, redactada con todas las ínfulas de salvación e importancia. La orden, adobada con los sustantivos y adjetivos necesarios para animar al personal. La medida para reparar los daños causados, primero cocida, después asada y frita y por último servida con una suculenta salsa y bellamente decorada, es una absoluta  inutilidad. Se trata de una simple moratoria. La Seguridad Social  abona unos recibos al damnificado y al cabo de unos meses tiene que devolver su importe íntegro. Y para eso, claro, hay que acreditar los daños y llevar un certificado del ayuntamiento y no sé cuántos documentos más.  Dicho de otro modo: damnificado, si buscas una mano que te ayude la encontrarás al final de tu brazo. El Estado te contará un cuento a bombo y platillo, malgastará tu dinero y el de todos los españoles escribiendo órdenes que no sirven para nada, la Administración te cantará milongas, te distraerá  con los más variados cantos de sirena burocráticos,  te mareará con un mar de papeles y de leyes, pero al final, afectado,  no tendrás más ayuda que la de tus manos.
Las palabras que vienen de arriba se quedan solo en eso, en palabras. La propaganda no sería nada sin la política. Es su razón de ser. A diario, políticos de toda condición nos pintan hermosas fachadas, futuros cargados de prosperidad y fantasías dignas de Disney. Detrás de todo eso con frecuencia solo hay mentiras y cartón piedra, castillos en el aire, marañas burocráticas que ni siquiera los propios burócratas saben desenredar. El incansable afán de hablar divinamente de lo insignificante y hasta de lo que no existe.
No somos nada sin ilusiones, sin esperanzas. Los gobiernos, cualquiera que sea su color, lo saben. Por eso prometen tanto. No les creáis. A la hora de la verdad, para salir adelante, solo contamos con nuestras manos.  Sólo nuestras manos y lo que somos capaces de hacer con ellas es en lo único que podemos confiar.