La marca España,
amén de todas sus bondades y buenas intenciones, lleva todos los visos de ser
inmortalizada por un grado superior de corrupción e inmoralidad que nos hará
figurar en los anales de la historia de la miseria humana. Sin duda son muchísimas las empresas,
instituciones y personas físicas que nos dan renombre y hacen que uno se sienta
orgulloso de ser español. Pero la corrupción política y la injusticia han
llegado a unos extremos que ensombrecen las luces que nos hacen brillar. En
pocos lugares del mundo civilizado pueden verse a los grandes estafadores
encumbrarse como directivos de multinacionales después de haber arruinado a
miles de familias con las preferentes. Pero eso era poco para la marca España.
Hacía falta rebasar el listón de la ignominia. El Gobierno ha autorizado, de
una manera aún más flagrante, a que los bancos cancelen el pago de intereses a
los propietarios de preferentes, se dificulta
el acceso a los tribunales a los afectados por la
estafa. Y para colmo, en caso de obtener una sentencia positiva, se pretende
que el Fondo de Reestructuración Ordenado Bancario (FROB) tenga la capacidad
para impedir que se cumpla.
En
otros lugares los políticos dimiten por falsear una tesis. En España a los
estafadores, además de ponerles medallas, el gobierno les ayuda a que escapen.
Así lo aseguran los expertos en el tema, quienes afirman que desde la reforma
que realiza Rato en el 2003, pasando por los últimos decretos del gobierno
actual, lo que se ha realizado es toda una arquitectura legal, a medida, para
permitir a los bancos y cajas incautar fondos de la gente, hacerlo gratis, no
devolverlo y que no les pase factura. Todo un símbolo made in spain.
Pero
la marca España, o mejor dicho la España que nos marca con hierro candente a
los españoles tenía mucho más que añadir
con esa justicia dilatoria donde a fuerza de presentar recursos y marear
la perdiz, se llega a esa fecha en el que todo ha prescrito y los ladrones se
van a su casa como si nada y siguen siendo señores respetabilísimos. Porque la
Justicia made in spain tiene fecha de caducidad, como los yogures, y los
delitos al cabo de un tiempo prescriben como si nunca se hubieran cometido.
Pero
esta España del 26% de parados, esta España que cierra hospitales y crea cada
vez más listas de espera. Esta España que
deja a los alumnos sin profesor, no paga las facturas y aboca a la ruina
de miles familia. Esta España que esta pasando hambre necesitaba una vuelta de tuerca olímpica. Ocho millones de
dinero público se han gastado en la candidatura olímpica de Madrid 2020. El
equivalente a lo que quería recaudar Hacienda con la subida del IVA del año
pasado y lo que se quiere ahorrar gracias a la reforma local. Una cantidad idéntica a la que ha invertido
España en América Latina en materia de cooperación al desarrollo entre 2000 y
2010. Pero eso si, esta tercera candidatura olímpica era la de “la austeridad”,
ya que fue mucho más económica que la de 2012 donde se invirtieron 22, 4
millones de dinero público. Pero con toda esa austeridad hay datos que nos
llaman poderosamente la atención. ¿Saben que el dossier de la fallida
candidatura Madrid 2020 costó 740.000 euros más IVA y la traducción del mismo
supuso otros 20.000 del ala, más IVA?. ¿Han escuchado que la factura de los uniformes
fue de 42.895 euros?.
Con 8000 millones
de euros se podría haber dado de comer a muchas personas, se podría haber
mejorado algo esta sanidad de cartón que nos están dejando. Pero no, era mucho
más importante que este país endeudado y su capital, con el ayuntamiento más
entrampado de España y 9800 millones en
inversiones olímpicas, -el 80% de los cuales debe a los bancos-, volviera a endeudarse, para fardar ante el
mundo con un proyecto olímpico que, según las últimas noticias llegadas de
Londres, al menos allí, no tuvo la rentabilidad ni las expectativas esperadas,
puesto que ni siquiera recuperó la inversión realizada. Pero este es el modelo made in spain, este
es el símbolo de esta España que nos marca, que nos empobrece moral y
físicamente. La España de las grandes instalaciones y presentaciones y la de
los deportistas mal pagados. La España de tirar cohetes aunque no haya para
comer. Esta España de políticos mangantes, mentirosos y sin escrúpulos que día
a día remueven el caldo putrefacto de esta olla en la que nos movemos todos. La
España de Rato, de Bárcenas, de los
Ruiz- Mateos, la de Roca, la de Fabra, la de Urdangarín, la de los falsos ERES.
Viendo su ejemplo, pronto no habrá nadie que se salve. Ningún españolito quiere
ser el tonto honradísimo, el ciudadano
ejemplar que alza la copa del meado como un mentecato. Visto lo visto, todo
hijo de vecino es muy posible que prepare sus trapacerías.
No, no creo en los
políticos. No creo en los banqueros ni en sus alianzas con el poder. Apenas
creo en la justicia y este desánimo, por desgracia, es el pan con que nos
alimentamos todos los días. Creo en esa fuerza social cada vez más grande para
cambiar las reglas del juego. Creo en los que no se callan. En los que no se
doblegan. No soporto ese silencio claudicante que nos va matando. Si somos
capaces de reclamar cuando nos devuelven mal el cambio, ¿por qué no protestar
frente a la corrupción, el despilfarro y la injusticia con los que tanto daño
se nos inflige a todos?
M. Picó