martes, 3 de diciembre de 2013

LA LOMCE CON PATATAS



               Constitución Española /Articulo 27 . 2  La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana en el respeto a los principios democráticos de convivencia y a los derechos y libertades fundamentales.


         Un día el chaval llegó y dijo que se había acabado el combustible para la calefacción en el instituto y no había dinero para reponerlo. Al cabo de unos días más contó que el centro no tenía Internet por falta de pago. Otro llegó diciendo que iban a estar sin profesor mes y medio y que nadie iba a venir a sustituirlo. Otro que el especializado en la materia “x” estaba dando la materia “z” y andaba bastante perdido, pero que era el que iban a tener a lo largo de todo el curso. Estos y otros muchos sucesos, sin ir más lejos, han sucedido en nuestro pueblo, en nuestro instituto, en nuestro colegio, que viene a ser una parte infinitesimal de lo que está sucediendo en el resto de España, tanto en colegios e institutos como en la universidad o en el campo de la investigación,  pero sin duda es un claro ejemplo del empeoramiento de la educación y del maltrato a quienes valen. Notorios son los casos de investigadores que tienen que ir por ahí haciendo rifas y actividades para poder costear el sacar una nueva vacuna o aplicar un nuevo avance que palie una enfermedad.
 La respuestas son siempre las mismas: la herencia recibida, no hay dinero, hay que racionalizar el gasto, que se está aplicando una gestión “eficiente”, y otras por el estilo.
         Pero,  ¿quien puede creer ya en nada de eso? España ha ayudado a los bancos, con miles de millones de euros, a pesar de sus malas prácticas, sus preferentes, sus bonos basura y sus pelotazos especulativos, origen de la actual crisis. Ha habido una  amnistía fiscal, para que especialmente las grandes fortunas sigan defraudando sin cortapisas. La corrupción no se ataja y los políticos se untan bien en ella, perdiendo cualquier supuesta autoridad moral para que sigamos creyendo en ellos.
Dicen que el presupuesto en educación se ha reducido en 3700 millones de euros, y eso, teniendo en cuenta  que hace tiempo que estamos a la cola de Europa, sin duda debe ser un empujón de miedo. El ministro del ramo, el señor Wert, como si viviera en Finlandia, nos dice que en España sobran 20.000 maestros y profesores. De lo que se deduce que  ha metido el informe Pisa debajo de la alfombra, se ha olvidado del fracaso escolar y, por no se sabe que regla de tres, ha llegado a la conclusión de que nuestra educación es tan potente que andamos sobrados y no hace falta mejorarla.
Después de la reforma de la reforma y unas cuantas leyes educativas que en poco o nada parecen haber mejorado nuestra educación. Esta última parece ser la guinda del pastel y, queramos o no, nos la tenemos que comer con patatas. La estrategia de la nueva LOMCE parece clara: Los que fracasen que se retiren, que dejen espacio a los demás. Si dejan los estudios a los 14, no hay problema, que los dejen, así a lo mejor cambian las estadísticas. De esta forma, con muchos menos alumnos, harán falta muchos menos profesores y la educación “mejorará” aunque solo sea en el INE.
Que la religión en un estado laico como el nuestro, se potencia en detrimento de otras asignaturas y cuenta en el currículum, pues no importa, así se tiene a la curia contenta. Que  va a haber reválidas y pruebas externas realizados por agentes ajenos al centro donde los alumnos estudian y si no se superan se quedan sin titulación, pues mejor que mejor, así se esclarece al alumnado. Siempre habrá decepcionados que se vayan a su casa y dejen los libros. Los cerebritos que estudien y los normalitos y regulares que lo dejen. Que suben las matrículas en la universidad y se reducen las becas y sólo pueden estudiar los ricos, pues que se jodan los demás, que el Estado no está para mantener  a gente con una mano delante y otra detrás. Que en los comedores hay que llevarse la merendera, pues que se la lleven, que ya está bien eso de andar a la sopa boba.
“Acabemos con la pobreza, matemos a los pobres”, escribió algún neoliberal en una pintada para bochorno de cualquier persona con dos dedos de ética. Ese mismo lema parece aplicarse hoy a la nueva ley de educación tantas veces rechazada y vituperada en docenas de manifestaciones por parte de todo el sector educativo, por todos los partidos políticos con excepción del Gobierno.
Acabemos con la ignorancia, “eliminemos” a los alumnos, a los profesores, a los que disienten, a los que se niegan a aceptar que la enseñanza en España va a mejorar con peores normas y mucho menos presupuesto. 
No importa que tu hijo no tenga profesor un mes o más, no importa que el que le de una materia no tenga demasiados conocimientos de ella. No importa que no haya profesores de apoyo. Da lo mismo.  Luego todo se igualará con una buena reválida y un suspenso general. No importa que los libros no sean gratis, que los comedores se cierren, en España solo hay doce millones de personas en situación de pobreza y exclusión.
No importa. Nada parece importar. Porque si importase habría menos dinero para rescatar a los bancos y especuladores y más para la educación, más para la cultura y la sanidad. Más para el ciudadano y menos para las grandes corporaciones y para las empresas que se aprestan como buitres a privatizar lo que debería seguir siendo un derecho de todos. Menos para los grandes proyectos faraónicos inútiles y más para lo vital y necesario.
Aprobada esta reforma, calificada por algún alto cargo del Gobierno como el medio para llegar a la “excelencia educativa”, ya sólo nos queda que a educadores, padres y alumnos nos den el carné de idiotas. Resulta que es una ley estupenda y no nos habíamos enterado. ¿En qué estaríamos pensando para no darnos cuenta?