Ya no
escribimos cartas. Este es un quehacer obsoleto. El género epistolar, el de las
palabras pensadas y repensadas antes de ponerlas sobre el impecable papel en
blanco, ya es algo decimonónico y trasnochado. La primera puñalada a la carta
manuscrita se la asestó el teléfono con su inmediatez hace ya muchos años y,
desde entonces, nadie pensaba decir
“este boli es mío y lo voy a utilizar”. Pero los tiempos cambian y la tecnología
los transforma. Ahora raro es el que no escribe en una pantalla digital y envía
un wasap. Son mensajes cortitos, de los de no calentarse mucho la cabeza
escribiéndolo y, por ahora, son prácticamente gratis. No hace falta bolígrafo
ni papel. Ni siquiera mucho esmero en la redacción. A menudo parece un lenguaje
de indios en un western americano. Pero el uso de esta aplicación está tan
extendido que ya son seres extraños, como venidos de otro planeta, quienes no
teclean para mandar el mensaje de turno.
Dentro
de nada el wasap será el aceite que lubrica la vida del planeta. Millones de
usuarios se han pasado a esta suerte de mensajería instantánea en todo el mundo
y teclean con ansia sobre la pantalla de un móvil de última generación. Todo ha
de ser inmediato, de ahora mismo para ahora mismo. No importa ser superficial,
ir al grano y disparar con bala. En este tiempo sin tiempo, veloz y sin alma, el
aquí te pillo y aquí te mato es la nueva doctrina que impera entre nosotros. Se
acabaron las cartas de amor y los rollos cursis. Se terminó el ritual de
esmerarse con la caligrafía, Adiós definitivo a los sobres, las señas, el
remite, los sellos... Concluyeron la literatura epistolar y las esperas. Las
cartas ya sólo son patrimonio de los bancos, que suelen cobrarlas, de los
juzgados para mandar citaciones, que en España viven con el reloj parado desde
los tiempos de Maricastaña, y de esa oficialidad burocrática que vive fuera del
tiempo y ha de dejar constancia impresa de lo que reclama o da al
ciudadano.
Al parecer la
compañía Whatsapp ya supera los 250
millones de usuarios activos al mes, y esto hace que su comunidad sea
virtualmente más grande que Twitter, con
récords que han logrado superar los 27.000 millones de mensajes procesados en
apenas 24 horas.
España cuenta
con 20 millones de usuarios de WhatsApp de los 300 millones que hay en todo el
mundo según ha anunciado hace poco Jan
Koum, co-fundador de la compañía. Unos datos muy elevados si se comparan con el
número de población total del país y con otros mercados. Resulta sorprendente:
nuestro territorio tiene tantos usuarios de WhatsApp como Alemania, que casi
nos duplica en número de habitantes (46 millones en España frente a 82 millones
en Alemania, aproximadamente), México, o India, que supera los 1.200 millones, aunque
es obvio que se trata de un mercado emergente en el que la presencia de
«smartphones» es todavía muy reducida. El
servicio de mensajería es tan popular en estos países que juntos aglutinan casi
un tercio de la base de usuarios total
España es el
país con mayor penetración de dispositivos móviles inteligentes de Europa con
un 81 por ciento de los vendidos en 2012 por delante de Alemania, Francia,
Italia y Reino Unido (EU5), según el estudio realizado por «Online Business
School» (OBS).
La plataforma
de mensajería instantánea es una de las herramientas más utilizadas por los
usuarios de móviles inteligentes, cada vez más adictos a su uso, puesto que lo
miran una media de150 veces al día, según un reciente estudio de Tomi Ahonen
Almanac.
WhatsApp puede llegar a enviar 11.000 millones
de mensajes y recibir 20.000 millones al día. Por si esto fuera poco, se
comparten un total de 325 millones de fotos en una sola jornada.
Las cifras
marean. Ya hay adictos al móvil, internautas drogodependientes de que han de
ser tratados. Seguramente también los hay o los habrá de este picoteo táctil
que es el wasap. La libertad parece que se convierte en esclavitud. Los pitidos
y musiquitas invaden nuestra vida. Los videos chorrada pululan como plagas y
nos infectan con su banalidad. Hay personas que tienen tantos mensajes que
tendrían que vivir diez veces para verlos y contestarlos todos. La tecnología
avanza a pasos de gigante, pero… ¡hay tanta gente que no tiene nada que decir,
tanta que estaría mejor con la boca cerrada o mano sobre mano! La vida es y
debe ser otra cosa. Pero, ¿qué le vamos a hacer? Hay gente para todo. Ya lo
decía Machado: de cada diez cabezas, nueve embisten y una piensa. Ahora estamos
bajo la moda del wasap, mañana será la de las camisas con agujeros, por decir
algo, y es muy probable que sean multitud quienes la sigan.