Unas cuantas páginas, letra
pequeña, capítulos, artículos y un rosario de medidas y disposiciones. Un texto
farragoso y lleno de leyes. Así, como suelen aparecer miles de órdenes de los
distintos ministerios, apareció
publicada en el BOE el pasado 2 de agosto la orden ESS/729/2017 por la que se
declaraban regiones y provincias afectadas por pedrisco e inundaciones para reparar los daños causados. Con esta ley
se encuentra el agricultor afectado por pedrisco que ha escuchado el rumor de
que quizás no tenga que abonar el cupón de la seguridad social. Lee una parte del primer párrafo. El acuerdo del Consejo de Ministros, de 9 de
diciembre de 2016, por el que se declaraban determinadas provincias afectadas
gravemente por una emergencia de protección civil, como consecuencia de
inundaciones y pedrisco , y se adoptan medidas para reparar los daños causados,
prevé en su apartado tercero .5 la adopción de ayudas laborales de Seguridad
Social previstas en el artículo 24.2.b
de la Ley 17/2015, de 9 de julio del Sistema Nacional de Protección Civil,
constituidas en materia de Seguridad Social por exenciones y moratorias en el
pago de cuotas y por conceptos de recaudación conjunta, y por medidas que
facilitan el acceso a la protección por desempleo e incrementan su duración…
Sigue leyendo. Hay un interminable bla-bla-bla jurídico que debe
haber costado lo suyo en redactarse. Bien podría resumirse en un simple párrafo
donde los conceptos fuesen bien claros, pero el objetivo es otro: marear al
lector para que no sepa con qué carta quedarse.
El afectado va a la oficina de la
seguridad social más próxima, pero allí no saben nada. No están autorizados para
tales menesteres. Su cometido no es informarse
y transmitirlo a los interesados. Lo
suyo son los trámites. Ven dentro de unos días para ver si nos dicen algo, le
responden. El siniestrado vuelve. Siguen sin saber nada, eso sí, le entregan un
número de teléfono, uno de pago. Por lo visto la información de los servicios
públicos hay que pagarla por partida doble. Primero a través de nuestros
impuestos y después cuando llega la ocasión. El siniestrado llama y escucha la
voz de un contestador automático. Si quiere hablar de esto pulse uno, si quiere
hablar de lo otro, pulse dos, si quiere no sé qué, pulse tres, si quiere no sé
cuántos, pulse cuatro y para cualquier otra consulta permanezca en la
exasperante espera. Una voz aflautada coge el auricular. El siniestrado le
cuenta lo de la orden de marras. Todavía no son las dos, pero los técnicos que
llevan ese asunto ya no están. Llame usted el lunes, le responde la
funcionaria. El paciente siniestrado repite la llamada dos días más tarde.
Vuelve a contar la película de la orden ESS/297/2017. Responde una voz femenina
a la que solo le falta responder ¿de qué me habla? ¿qué película es esa? Y acto seguido pasa la pelota a un compañero,
al parecer el técnico experto en descifrar leyes. Tampoco él sabe de qué va la
cosa. Al agricultor damnificado le consta que no es el primero que se interesa
por el asunto, a pesar de todo en la
oficina están bastante perdidos. El técnico tiene que consultarlo. Pide sus
datos personales al interesado y le dice que lo llamará. Todo un detalle por su
parte, habida cuenta de que la Administración ofrece a la ciudadanía un 901
para informarse. Al cabo de unos días, efectivamente, llama. La supuesta ayuda,
sellada, firmada por altos cargos, cacareada en el Boletín Oficial del Estado, difundida
por televisión, mareada en distintos consejos de Ministros, redactada con todas
las ínfulas de salvación e importancia. La orden, adobada con los sustantivos y
adjetivos necesarios para animar al personal. La medida para reparar los daños causados, primero cocida, después asada
y frita y por último servida con una suculenta salsa y bellamente decorada, es
una absoluta inutilidad. Se trata de una
simple moratoria. La Seguridad Social
abona unos recibos al damnificado y al cabo de unos meses tiene que
devolver su importe íntegro. Y para eso, claro, hay que acreditar los daños y llevar
un certificado del ayuntamiento y no sé cuántos documentos más. Dicho de otro modo: damnificado, si buscas
una mano que te ayude la encontrarás al final de tu brazo. El Estado te contará
un cuento a bombo y platillo, malgastará tu dinero y el de todos los españoles
escribiendo órdenes que no sirven para nada, la Administración te cantará
milongas, te distraerá con los más
variados cantos de sirena burocráticos, te
mareará con un mar de papeles y de leyes, pero al final, afectado, no tendrás más ayuda que la de tus manos.
Las palabras que vienen de arriba
se quedan solo en eso, en palabras. La propaganda no sería nada sin la
política. Es su razón de ser. A diario, políticos de toda condición nos pintan
hermosas fachadas, futuros cargados de prosperidad y fantasías dignas de Disney.
Detrás de todo eso con frecuencia solo hay mentiras y cartón piedra, castillos
en el aire, marañas burocráticas que ni siquiera los propios burócratas saben
desenredar. El incansable afán de hablar divinamente de lo insignificante y hasta
de lo que no existe.
No somos nada sin ilusiones, sin
esperanzas. Los gobiernos, cualquiera que sea su color, lo saben. Por eso
prometen tanto. No les creáis. A la hora de la verdad, para salir adelante,
solo contamos con nuestras manos. Sólo
nuestras manos y lo que somos capaces de hacer con ellas es en lo único que
podemos confiar.