martes, 31 de julio de 2012

“HIERRO Y TIERRA” PRESENTADO EN LA LIBRERÍA RAFAEL ALBERTI DE MADRID


        
El pasado mes de julio presenté mi libro de relatos “Hierro y Tierra”en la librería Rafael Alberti, con relatos ambientados  en  la provincia de Albacete. En ella también han presentado autores de la talla de Jose Luis Sampedro, Mario Vargas Llosa, Alvaro Pombo, Bernardo Atxaga y otros muchos autores nacionales e internacionales de prestigio.

La verdad es que ser invitado por una librería emblemática de la capital de España puede seducir a cualquier escritor novel. Basta adentrarse en la  página web de la Alberti  para comprobar que en ella hay miles de títulos, especialmente de literatura y una agenda de encuentros cubierta para todo el año donde cada semana hay como mínimo una presentación, incluida la temporada estival.

La dueña de la librería Lola Larumbe, tras leer Hierro y Tierra manifestó que yo tengo “oficio”, lo que viene a significar que la obra posee calidad literaria. Posiblemente por eso  me  invitó a hacer una presentación del libro en la Alberti, lo que no deja de ser un reconocimiento literario que me ha pillado por sorpresa, y aunque sea con levedad, tal vez pueda servirme de algo en el futuro.

El escritor y publicista  David Torrejón, quien tiene varias novelas publicadas, ha colaborado en varias revistas y dirige "Anuncios", una publicación semanal para profesionales de la publicidad manifestó que le parece imprescindible que existan escritores como yo, "en la senda de Miguel Delibes, Aldecoa y de tantos otros que parecían no tener continuidad". Lo dijo y yo, probablemente, me sonrojé, porque creo que todavía me falta mucho para poderme siquiera comparar a ellos. Tal vez esté en la senda, pero muy al principio. 
David, que dejó el cierre de la edición de Anuncios para presentarme, que ya es de agradecer, clasificó los 23 relatos que componen "Hierro y Tierra" en cuatro bloques: cuentos de esperanza, cuentos de desesperanza, relatos con un punto de humor berlanguiano. Y por último, cuentos que no lo son , sino que son recuerdos propios o ajenos. Y en esta clasificación, en la que no me había parado a pensar, si que estuve de acuerdo plenamente.

Luego vinieron más flores: “la paciencia y el gusto por escuchar a quienes vivieron esos tiempos difíciles, mi  empatía o, lo que es lo mismo mi supuesta capacidad para ponerme en la piel de esos personajes de una pieza, tan ajenos muchas veces a mí”. Una empatía que, a su juicio, está teñida de un profundo amor, que se nota en cada palabra, en cada frase, en su opinión, incluso cuando hablo de personajes que nos producen más rechazo que otra cosa.  Con eso también estuve de acuerdo, porque creo que si uno no se pone en la piel de sus personajes estos nunca llegarán a emocionar, a atrapar al lector.

    Y siguió con que mi prosa  "alcanza unos niveles expresivos extraordinarios. Una intensidad a la que cualquier autor aspiraría" y ahí ya reventé de orgullo, pero desconfié de si no se habría pasado con el almíbar.

El acto reforzó mi ego y me envaneció –tal vez todas las presentaciones de lo que sea no son más que actos de vanidad.  Sin embargo, pese a todo, sé que no se puede perder el norte por un simple destello. Todo esto está muy bien para un escritor, pero hay que verlo con cierta distancia, con desapego, sin endiosarse. Porque, al día siguiente, el escritor se la juega de nuevo sobre el papel en blanco y no vale lo que escribió ayer, sino lo que ha vuelto a escribir y en empeño y la pasión que ha puesto en esa tarea. La gloria verdadera se escribe todos los días a base de trabajo y esfuerzo y las musas dependen casi al cien por cien de ellos. No hay magia en esto de escribir. Ha de haber un mínimo de vocación y capacidad, pero lo demás es sudoración y posiblemente es el porcentaje más alto.
Los fastos se olvidan en cuestión de horas y el escritor, como cualquier profesional, ha de estar de nuevo ahí para darlo todo. El que piense lo contrario va de cráneo.
Después de esta elogiosa presentación, con seguridad la mejor que hasta ahora han hecho de “Hierro y Tierra”, vinieron las citas del libro. Tras ellas llegó mi turno. Recordé muchos de los personajes que aparecen en el volumen, además de hacer una encendida defensa de la gente corriente y de las personas sencillas y honradas que, como muchos de mis personajes, son las más necesarias y  las que de verdad sacan adelante el país.

El acto concluyó con un vino de honor (blanco Macabeo fermentado en barrica de la cooperativa Nuestra Señora de la Cabeza de Casas Ibáñez) y  queso, manchego, no podía ser menos  El público, entre los que se encontraban oriundos de Casas Ibáñez y la comarca, además de otros manchegos y madrileños  aplaudió el acto y me animó a seguir promocionando este libro y escribiendo. En buena parte para darles las gracias a todos ellos escribo estas líneas. Es lo mínimo que merecen mis lectores.


PD. “Hierro y Tierra” puede encontrarse en las librerías de Albacete (Popular, Sanz, Biblos, Universitaria, Sarraz y  Herso), de Casas Ibáñez (Goval, Chacón y Casablanca), así como en Madrid (Rafael Alberti y Miraguano), en Zaragoza (hipermercados y librerías), así como en el domicilio del propio autor (C/ Huerta, 30 de Casas Ibáñez, Albacete)

Donde dije digo


                                    

 (Artículo de rectificación sobre el titulado “Historia de una foto”, publicado en este blog hace un mes)

Dicen que rectificar es de sabios. Y aunque no es mi estilo dármelas de sabio, y mucho menos en este caso, es de justicia hacer que la verdad resplandezca cuando todavía se puede.  Escribo este nuevo artículo para rectificar y exponer los datos reales a cerca de Rafael  y Francisca, fallecidos hace años, pero en su día vecinos de Casas Ibáñez y a los que mencionaba en mi anterior artículo. Como recordarán en él comentaba la instantánea de un grupo de ibañeses  sobre “La piedra de las cuatro onzas”, foto que utilicé para la portada de mi libro “Hierro y Tierra”, de venta en las librerías de Casas Ibáñez y Albacete. La información de estos datos me ha sido facilitada por los familiares de Francisca y Rafael, quienes, al igual que yo, queremos desmentir los que, erróneamente, me facilitó María Tolosa.  En síntesis son los siguientes:

1-     La imagen no corresponde a una boda, sino que se encuadra dentro de las fiestas del Cristo, que se celebra en Casas Ibáñez  a finales de septiembre. El año se desconoce con exactitud, pero todo apunta a que se trata del año 1941, cuando Rafael y Francisca solamente eran novios.

2-     La niña que sostiene en brazos la pareja es una sobrina de Rafael.

3-     Rafael y Francisca se casaron una única vez  y por la Iglesia el 7 de mayo de 1943, como así lo acredita el acta archivada en el Registro Civil de Casas Ibáñez.

4-     Fruto de ese matrimonio nacieron cinco hijos. En 1944 el  primogénito, Juan Miguel. En 1946, su hermana Consuelo y el resto en fechas posteriores.

5-     Del padre de Rafael nunca se supo y la familia no tuvo  constancia alguna de su muerte y paradero ni durante la guerra civil ni después de ella.

6-     La huerta de La Tola nunca fue propiedad de la familia.

7-     Las cartillas de racionamiento a las que hace alusión el artículo no tuvieron nada que ver con la boda.

8-     En mi libro, “Hierro y Tierra”, con relatos ambientados en Casas Ibáñez, no se hace alusión directa o indirecta a la imagen de la portada en ninguno de los 23 relatos que integran el volumen.


Desde estas páginas pido disculpas a la familia por no contrastar la información y dejarme llevar por una única fuente a la hora de redactar el artículo, del que también he sido víctima.

Desconocía entonces y desconozco también ahora los distintos domicilios de los familiares. Además carezco del tiempo y de los medios necesarios para ofrecer artículos históricos y de investigación de carácter profesional.

Al mismo tiempo le reitero a la familia que en ningún momento he tenido intención alguna en dañar su imagen empleando datos falsos que alteren la realidad. Para mí el principio periodístico de veracidad sigue siendo sagrado. Por desgracia,   a diario se vierten informaciones falsas, intencionadas o no,  en medios de comunicación nacionales e internacionales. Lo que nos demuestra que el ser humano, por su propia naturaleza e incontables razones, es dueño tanto de mentiras y ficciones, como de verdades y realidades.