La cantinela viene de lejos: no
hay dinero, el PSOE arruinó el país y el Gobierno actual le toca apretarnos el
cinturón. Esta es en síntesis la tesis gubernamental que repite día sí y día
también. En el desayuno, en la comida, en la merienda, en la cena y a todas
horas, pero es evidente que la forma de interpretar los hechos no se
corresponde con la realidad. Desde luego el PSOE derrochó mucho dinero, pero el
PP, en la medida de sus posibilidades, también lo hizo. Sin embargo, no es verdad
que no hay dinero. Hay y ha habido millones de euros para rescatar a los
bancos, los causantes de esta crisis, los que nos han estafado, los que no han
sabido gestionar el dinero, los que han arruinado a miles de personas con sus
acciones preferentes, los que desahucian a los ciudadanos. Hay dinero para los
ladrones, no para la gente honrada, no para las víctimas del ladrillo, del
fraude y la especulación.
Para usted, para mí y para todos los ciudadanos nos
han reservado una sanidad, una educación y una cultura mucho peores. A nosotros
el Gobierno nos obsequia con una subida de impuestos, con el paro, con la
miseria de todos los recortes imaginables. A nosotros no hay quien nos rescate.
Y no nos valen las apelaciones, las protestas, las algaradas. Para
nosotros todo el peso de la Ley: el embargo, la cárcel, la calle, la pobreza y
los palos.
A los ciudadanos no hay quien
nos rescate. Somos irrescatables, carne de cañón que soporta todas las
sangrías.
Nuestros impuestos no van a
servir para mejorar nuestros servicios sociales, nuestra educación, nuestra
cultura. Tampoco para mejorar nuestras infraestructuras. Nuestros impuestos
están sirviendo para ayudar a los bancos que nos roban, para reflotar a las
grandes a las grandes corporaciones financieras que no supieron gestionar
nuestro dinero ni el suyo, que derrocharon los millones con la más absoluta
indiferencia y todos los beneplácitos de la Administración. Nuestros políticos
nos quieren hacer comulgar con ruedas de molino. No hay dinero para lo más
mínimo. Los ingresos son mucho menores y ahora todo se nos recorta. A veces lo
que no se recorta se elimina de un plumazo.
Ministros y portavoces
gubernamentales aparecen en los medios de comunicación como herederos de una
pesada hipoteca y nos dicen que tenemos que pagar la factura del anterior
gobierno. Pero jamás mencionan a los bancos, a quien propició la crisis
inmobiliaria, a los estafadores, a los que echan a la calle a las familias, a
los muchos protagonistas que derrocharon mucho más de lo que tenían, a toda esa
pléyade de “faraones” que querían tener una pirámide en su pueblo aunque fuese
una ruina absoluta.
Hoy tenemos grandes palacios de
congresos sin congresos, aeropuertos sin pasajeros, estaciones de AVE sin
viajeros, autopistas sin automóviles, auditorios sin audiencia ni programación
y pabellones deportivos para las ratas. Cada faraón quería su pirámide para
pasar a la historia. Cada político quería su pompa y su ceremonia. El dinero no
importaba. Todo era posible con la ayuda de los bancos. Todos jugaban a ver
quien la tenía más larga. Hasta en la más triste aldea se proyectaba un
paraíso. Y los contratistas, por los beneficios que les reportaban tantas
construcciones, cerraban los ojos y se frotaban las manos. Y los ciudadanos nos
creíamos que estábamos en el país de las mil maravillas y soñábamos. Como los
políticos, porque a poco que nos empujen, soñar es fácil. Y aferrados al sucio
individualismo de que lo que es de todos no es de nadie, aplaudíamos o
mirábamos para otro lado.
Ahora estamos aquí, ante la
segunda estafa, que no es sino la prolongación de la que emprendieron los
bancos y los políticos. Ahora el Gobierno nos vuelve a mentir diciéndonos que
sólo hay dinero para los bancos, que la factura de esta crisis hemos de pagarla
los ciudadanos, que contra lo previsto en su programa electoral, no han tenido
más remedio que recortar nuestros servicios y prestaciones y subirnos los
impuestos. Pero todas las palabras forman parte de la misma estafa. La misma
que protege el gran fraude fiscal y a los banqueros. La misma estafa que echa
una mano a los ladrones de las finanzas y un dogal al honrado que se ahoga.
Según algunos analistas con el rescate a Bankia (23.500 millones de euros, más del 2% del PIB de España) se hubiera podido financiar el 86% del ajuste fiscal que realizará el gobierno español durante 2012. La cifra supone casi el doble de los ingresos que se recaudarán con el alza de impuestos aprobada por el ejecutivo para este año. Es además la mitad de lo que se recaudará en IVA durante 2012.
Hay muchas opciones de lo que se podría haber hecho con este dinero y ninguna es moco de pavo. Se podrían subir un 20% las pensiones a todos los receptores. Se podría cubrir el 81,5% de las prestaciones de desempleo de los 5 millones de desempleados. Se podría aumentar en 18,5 veces el programa de becas atorgado por el gobierno. Se podría aumentar en un 280% el gasto en educación y sanidad. Se podría aumentar 25 veces la inversión en materia de cultura... Sin embargo, la ayuda a los malos gestores tuvo prioridad.
Con la ayuda a los bancos, esos mismos que reciben préstamos de la
UE al 1% para concedernos créditos al 5%, se hubiera podido paliar la situación
de muchos pobres, pero como puede verse el dinero y la especulación están por
encima de los ciudadanos.
Se habla de violencia en las
manifestaciones, pero la verdadera violencia es ganar 400 euros y ser víctima
del paro por la mala gestión. La violencia más cruenta es quedarse en la calle
mientras los bancos hacen caja jugando sucio. La violencia pura y dura, pese a
que todas las violencias son condenables no es gritar en la calle nuestro
malestar social, sino que el sistema y el Estado te obliguen a pagar los platos
rotos de los demás y te digan que te calles. La violencia más reprobable es ver
como el Gobierno es títere de las grandes corporaciones financieras y de una
Europa que parece estar constituida por sólo dos socios: Alemania y Francia. La
violencia más absoluta es no tener donde trabajar ni qué comer. Y esa no la ha
generado el ciudadano. Podemos pedir ayuda a lo más alto, pero nadie nos echará
un salvavidas. El ciudadano que se hunde, se hunde sin más remedio. Como el
Titanic.