domingo, 21 de octubre de 2012

Irrescatables




La cantinela viene de lejos: no hay dinero, el PSOE arruinó el país y el Gobierno actual le toca apretarnos el cinturón. Esta es en síntesis la tesis gubernamental que repite día sí y día también. En el desayuno, en la comida, en la merienda, en la cena y a todas horas, pero es evidente que la forma de interpretar los hechos no se corresponde con la realidad. Desde luego el PSOE derrochó mucho dinero, pero el PP, en la medida de sus posibilidades, también lo hizo. Sin embargo, no es verdad que no hay dinero. Hay y ha habido millones de euros para rescatar a los bancos, los causantes de esta crisis, los que nos han estafado, los que no han sabido gestionar el dinero, los que han arruinado a miles de personas con sus acciones preferentes, los que desahucian a los ciudadanos. Hay dinero para los ladrones, no para la gente honrada, no para las víctimas del ladrillo, del fraude y la especulación. 

Para usted, para mí y para todos los ciudadanos nos han reservado una sanidad, una educación y una cultura mucho peores. A nosotros el Gobierno nos obsequia con una subida de impuestos, con el paro, con la miseria de todos los recortes imaginables. A nosotros no hay quien nos rescate. Y no nos valen las apelaciones, las protestas, las algaradas. Para nosotros todo el peso de la Ley: el embargo, la cárcel, la calle, la pobreza y los palos.

A los ciudadanos no hay quien nos rescate. Somos irrescatables, carne de cañón que soporta todas las sangrías.

Nuestros impuestos no van a servir para mejorar nuestros servicios sociales, nuestra educación, nuestra cultura. Tampoco para mejorar nuestras infraestructuras. Nuestros impuestos están sirviendo para ayudar a los bancos que nos roban, para reflotar a las grandes a las grandes corporaciones financieras que no supieron gestionar nuestro dinero ni el suyo, que derrocharon los millones con la más absoluta indiferencia y todos los beneplácitos de la Administración. Nuestros políticos nos quieren hacer comulgar con ruedas de molino. No hay dinero para lo más mínimo. Los ingresos son mucho menores y ahora todo se nos recorta. A veces lo que no se recorta se elimina de un plumazo.

Ministros y portavoces gubernamentales aparecen en los medios de comunicación como herederos de una pesada hipoteca y nos dicen que tenemos que pagar la factura del anterior gobierno. Pero jamás mencionan a los bancos, a quien propició la crisis inmobiliaria, a los estafadores, a los que echan a la calle a las familias, a los muchos protagonistas que derrocharon mucho más de lo que tenían, a toda esa pléyade de “faraones” que querían tener una pirámide en su pueblo aunque fuese una ruina absoluta.
Hoy tenemos grandes palacios de congresos sin congresos, aeropuertos sin pasajeros, estaciones de AVE sin viajeros, autopistas sin automóviles, auditorios sin audiencia ni programación y pabellones deportivos para las ratas. Cada faraón quería su pirámide para pasar a la historia. Cada político quería su pompa y su ceremonia. El dinero no importaba. Todo era posible con la ayuda de los bancos. Todos jugaban a ver quien la tenía más larga. Hasta en la más triste aldea se proyectaba un paraíso. Y los contratistas, por los beneficios que les reportaban tantas construcciones, cerraban los ojos y se frotaban las manos. Y los ciudadanos nos creíamos que estábamos en el país de las mil maravillas y soñábamos. Como los políticos, porque a poco que nos empujen, soñar es fácil. Y aferrados al sucio individualismo de que lo que es de todos no es de nadie, aplaudíamos o mirábamos para otro lado.

Ahora estamos aquí, ante la segunda estafa, que no es sino la prolongación de la que emprendieron los bancos y los políticos. Ahora el Gobierno nos vuelve a mentir diciéndonos que sólo hay dinero para los bancos, que la factura de esta crisis hemos de pagarla los ciudadanos, que contra lo previsto en su programa electoral, no han tenido más remedio que recortar nuestros servicios y prestaciones y subirnos los impuestos. Pero todas las palabras forman parte de la misma estafa. La misma que protege el gran fraude fiscal y a los banqueros. La misma estafa que echa una mano a los ladrones de las finanzas y un dogal al honrado que se ahoga.

Según algunos analistas con el rescate a  Bankia (23.500 millones de euros, más del 2% del PIB de España) se hubiera podido financiar  el 86% del ajuste fiscal que realizará el gobierno español durante 2012. La cifra supone  casi el doble de los ingresos que se recaudarán con el alza de impuestos aprobada por el ejecutivo para este año. Es además la mitad de lo que se recaudará en IVA durante 2012.

 Hay muchas opciones de lo que se podría haber hecho con este dinero y ninguna es moco de pavo. Se podrían subir un 20% las pensiones a todos los receptores. Se podría cubrir el 81,5% de las prestaciones de desempleo de los 5 millones de desempleados. Se podría aumentar en 18,5 veces el programa de becas atorgado por el gobierno. Se podría aumentar en un 280% el gasto en educación y sanidad. Se podría aumentar 25 veces la inversión en materia de cultura... Sin embargo, la ayuda a los malos gestores tuvo prioridad.


 Con la ayuda a los bancos, esos mismos que reciben préstamos de la UE al 1% para concedernos créditos al 5%, se hubiera podido paliar la situación de muchos pobres, pero como puede verse el dinero y la especulación están por encima de los ciudadanos.

Se habla de violencia en las manifestaciones, pero la verdadera violencia es ganar 400 euros y ser víctima del paro por la mala gestión. La violencia más cruenta es quedarse en la calle mientras los bancos hacen caja jugando sucio. La violencia pura y dura, pese a que todas las violencias son condenables no es gritar en la calle nuestro malestar social, sino que el sistema y el Estado te obliguen a pagar los platos rotos de los demás y te digan que te calles. La violencia más reprobable es ver como el Gobierno es títere de las grandes corporaciones financieras y de una Europa que parece estar constituida por sólo dos socios: Alemania y Francia. La violencia más absoluta es no tener donde trabajar ni qué comer. Y esa no la ha generado el ciudadano. Podemos pedir ayuda a lo más alto, pero nadie nos echará un salvavidas. El ciudadano que se hunde, se hunde sin más remedio. Como el Titanic. 

domingo, 14 de octubre de 2012

Presunción



El presidente Mariano Rajoy ha dado las gracias a los millones de españoles que no nos hemos manifestando y que, según él presupone, estamos de acuerdo con la política del gobierno. Sin duda este es un acto de presunción sin parangón. ¿Significa el silencio la aceptación? Quien calla,  otorga, parece decir el presidente, acogiéndose al refranero popular, pero a mi juicio, se equivoca.

El silencio es una actitud neutra en la que en absoluto está probada ni la conformidad ni el rechazo a su Gobierno. Buena parte de los españoles ya no cree en los políticos ni en las soluciones que ofrecen dentro de una economía hipotecada. No todo son multitudinarias manifestaciones en Madrid o en grandes ciudades. A través de los medios de comunicación, en centros públicos y privados uno puede ver y escuchar  miles de protestas individuales y con toda probabilidad estas también se dan en muchos  hogares y lugares y de todos ellos jamás tendremos noticia.

Los casi cinco millones de parados que hay en nuestro país no creo que anden precisamente dando saltos de alegría ni aplaudiendo al Estado, ni con este ni con el anterior Gobierno. Ni  los jubilados que han de pagar una parte de sus medicinas, ni los inmigrantes irregulares que tienen que abonar la sanidad de su bolsillo, ni los universitarios cuya matrícula ha subido de lo lindo, ni los miles de morosos y desahuciados que se ven acosados por las deudas, ni tantos y tantos ciudadanos que vemos como cada día nos recortan gastos en educación, sanidad, cultura y servicios sociales, mientras nos suben los impuestos.

El estado de bienestar se está convirtiendo en un estado de malestar para los ciudadanos. El Gobierno es probable que haga lo que mande  Olli Rehn, el comisario de Asuntos Económicos de la UE, que velará en todo momento para que España pague su deuda. Algunos españoles se manifiestan y otros no, pero es más que dudoso creer que hay una inmensa mayoría que apoya al Gobierno por el mero hecho de no manifestarse públicamente. El malestar está con nosotros, en las calles, dentro de nuestras casas y en todas partes y eso no se borra con una sonrisa en la tele y buenas palabras. La cruda realidad que nos toca vivir cada día es muy difícil de digerir y cualquiera que fuese el Gobierno que estuviese en el poder, tendría una inevitable merma en su valoración política. El  PP, según los sondeos, parece que no  es  menos.

El derecho a manifestarse es plenamente constitucional y ,con la que está cayendo, la ciudadanía no puede convertirse en un disciplinado rebaño. Las voces de protesta se han alzado y, con toda probabilidad, se seguirán alzando. Con los pies en el suelo, creo que nadie puede esperar otra cosa. La sumisión es propia de los tiempos de bonanza o cuando el miedo nos atenaza. Ninguno de estos dos supuestos se da en estos momentos y eso sin duda favorece una respuesta por parte de la sociedad,  aunque al presidente no le agrade.
A priori el señor Rajoy presupone demasiado en estos tiempos de crisis e incertidumbre. Y la presunción jamás es buena consejera, mucho menos ahora.