El presidente
Mariano Rajoy ha dado las gracias a los millones de españoles que no nos hemos
manifestando y que, según él presupone, estamos de acuerdo con la política del
gobierno. Sin duda este es un acto de presunción sin parangón. ¿Significa el
silencio la aceptación? Quien calla,
otorga, parece decir el presidente, acogiéndose al refranero popular,
pero a mi juicio, se equivoca.
El silencio es
una actitud neutra en la que en absoluto está probada ni la conformidad ni el
rechazo a su Gobierno. Buena parte de los españoles ya no cree en los políticos
ni en las soluciones que ofrecen dentro de una economía hipotecada. No todo son
multitudinarias manifestaciones en Madrid o en grandes ciudades. A través de
los medios de comunicación, en centros públicos y privados uno puede ver y
escuchar miles de protestas
individuales y con toda probabilidad estas también se dan en muchos hogares y lugares y de todos ellos jamás
tendremos noticia.
Los casi cinco
millones de parados que hay en nuestro país no creo que anden precisamente
dando saltos de alegría ni aplaudiendo al Estado, ni con este ni con el
anterior Gobierno. Ni los jubilados que
han de pagar una parte de sus medicinas, ni los inmigrantes irregulares que
tienen que abonar la sanidad de su bolsillo, ni los universitarios cuya
matrícula ha subido de lo lindo, ni los miles de morosos y desahuciados que se
ven acosados por las deudas, ni tantos y tantos ciudadanos que vemos como cada
día nos recortan gastos en educación, sanidad, cultura y servicios sociales,
mientras nos suben los impuestos.
El estado de
bienestar se está convirtiendo en un estado de malestar para los ciudadanos. El
Gobierno es probable que haga lo que mande
Olli Rehn, el comisario de Asuntos Económicos de la UE, que velará en todo
momento para que España pague su deuda. Algunos españoles se manifiestan y
otros no, pero es más que dudoso creer que hay una inmensa mayoría que apoya al
Gobierno por el mero hecho de no manifestarse públicamente. El malestar está
con nosotros, en las calles, dentro de nuestras casas y en todas partes y eso
no se borra con una sonrisa en la tele y buenas palabras. La cruda realidad que
nos toca vivir cada día es muy difícil de digerir y cualquiera que fuese el
Gobierno que estuviese en el poder, tendría una inevitable merma en su
valoración política. El PP, según los
sondeos, parece que no es menos.
El derecho a
manifestarse es plenamente constitucional y ,con la que está cayendo, la
ciudadanía no puede convertirse en un disciplinado rebaño. Las voces de
protesta se han alzado y, con toda probabilidad, se seguirán alzando. Con los
pies en el suelo, creo que nadie puede esperar otra cosa. La sumisión es propia
de los tiempos de bonanza o cuando el miedo nos atenaza. Ninguno de estos dos
supuestos se da en estos momentos y eso sin duda favorece una respuesta por
parte de la sociedad, aunque al
presidente no le agrade.
A priori el señor Rajoy presupone demasiado en estos tiempos de crisis e incertidumbre. Y la presunción jamás es buena consejera, mucho menos ahora.
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