Se dice que uno de los primeros
reyes del mundo fue Narmer I, primer
faraón de Egipto. Al menos uno de los primeros de los que se tiene registro
histórico, el cual pudo haber vivido
hacia el siglo XXXI a.C. Hoy, XXI siglos después de Cristo, en democracia, en España,
ha sido entronizado un nuevo rey, Felipe VI. Nada tengo en contra de él. La
imagen que ofrece es la de una persona íntegra y bien preparada, pero aunque no
fuese tan íntegro ni estuviese tan preparado, ¿alguien cree que no hubiese sido
coronado igualmente? A los reyes no se les elige. Suceden a la familia, heredan
el cargo, sólo por ser hijos, nietos, sobrinos, etcétera, de otro rey que les
precedió. Cuenta la sangre, no sus aptitudes para la Jefatura de Estado.
Muchos reyes nefastos ha habido
en España y en el mundo. Unos fueron famosos por su crueldad, otros por su
ambición, sus nulas dotes para gobernar, o por su afición a la caza y a la
buena vida. Hubo señores feudales con derecho de pernada y vasallos que
cultivaban sus tierras como esclavos. Reyes que mataron al hermano o al
pariente para sucederle en el trono. Reyes que no dudaron en hacer la guerra y sacrificar
al pueblo para agarrar el cetro y hacer después lo que les viniera en gana,
como verdaderos sátrapas. Solo los
asesores o consejeros de una casa real pueden puede decirle a un rey qué es más
conveniente, pero en última instancia, él es el que tiene la potestad de
hacerlo o no.
Después de tantos siglos, después
de tanta ignominia real y dinástica, en el siglo XXI, donde la democracia es el
valor al que nos aferramos todos, como un residuo feudal, aquí tenemos rey y
reina y hasta princesita, igual que en
los cuentos de hadas. Por supuesto nadie nos ha preguntado si los queríamos o
no. La monarquía jamás pregunta esas cosas.
Quienes concurren a unas
oposiciones, con sobrada razón, ponen el grito en el cielo si algunas plazas se
dan a dedo. A cualquier ciudadano le revienta ser relegado para que su puesto
sea ocupado por el hijo de… después de haberse pasado años estudiando. Nos
parece injusto, mezquino, indigno. Especialmente estando en una sociedad donde
la norma es valorar las aptitudes personales. Pero, cuando se trata de un rey,
aceptamos como lo más normal del mundo, que sus descendientes le sucedan y ocupen
su puesto. No hay exámenes ni certificados de aptitud. No hay otras candidaturas.
Mucho menos referéndums. Eso si, las Cortes lo ratifican sin pestañear. El hijo se pone en el lugar del padre y, el Espíritu
Santo lo bendice todo, lo mismo que hace una pila de siglos. Hereda el cargo y,
al día siguiente, ejerce como rey, guste o no a los ciudadanos. Y en vez de
gritar viva la democracia, se grita viva el rey, como si ambos conceptos no
fuesen totalmente opuestos.
A lo largo de los últimos días,
todos los medios de comunicación se han deshecho en elogios por la figura de
Felipe VI. Ningún defecto, ninguna crítica, ni un obstáculo. Como si realmente,
igual que antaño, estuviera investido de gracia divina. Todo han sido parabienes
y enhorabuenas. Apenas han podido escucharse las voces contrarias. La policía
se empleó a fondo contra los manifestantes antimonárquicos que trataron de
expresar su opinión en Madrid, por supuesto, en manifestaciones no autorizadas.
Hubo varias detenciones y no faltaron los empujones y los golpes de porra. La
consigna policial al parecer fue que nadie saliera de la plaza (Sol) hasta que
la ceremonia de coronación no concluyera.
Prohibido decir públicamente lo
que se piensa. Aquí mando yo y los que no estén de acuerdo conmigo, a callar.
Viva el rey y a la democracia que le den. Felipe VI por la gracia de Dios, como
el caudillo, y amén.
Hasta hace poco se desconocía el
presupuesto de la casa real y mucho
menos, el dinero que se empleaba en cada una de las partidas. Desde principios
de año sabemos que la Casa Real afirmó
de que el Rey había querido, en aras de una mayor transparencia, informar al
respecto.
El Rey Juan Carlos I cobraba 140.519 euros
de sueldo bruto al año. Eso son 11.709 euros brutos al mes (doce pagas). Unos
5.800 euros netos. Además, percibía 152.233 para gastos. El Príncipe ingresaba
70.260 euros de sueldo al año -5.855 euros al mes- y 76.116 para gastos. Se
supone que ahora que es rey cobrará como jefe del Estado
Todos los miembros de la Familia Real presentan anualmente sus
declaraciones del IRPF. Eso sí, ninguno de ellos paga cuotas a la Seguridad
Social, al no poder adscribirse a ninguna de las categorías existentes, otra
gracia de Dios.
De los 8,4 millones de euros
asignados este año "para sostenimiento de su familia y de su casa", tal
y como establece la Constitución española, el monarca recibió casi 293.000
euros antes de impuestos, de los que algo más de 152.200 se destinaron a gastos
de representación. El resto, algo más de 140.000, los recibió en concepto de
salario bruto.
Toda esta información la conocemos a principios de 2014. Hasta entonces todo ha sido opaco,
oscuro, como si hubiese algo que ocultar. Y eso, la verdad, no inspira
confianza.
Según los últimos sondeos
demográficos, los españoles aceptan mayoritariamente la monarquía, ¿por qué
entonces se prohíben las pequeñas manifestaciones contrarias? ¿Nadie puede
oponerse? ¿Nadie puede pensar diferente? Se supone que estamos en una
democracia y hay libertad de expresión. Esto no es un estado feudal,
¿verdad? Y si no lo es, ¿por qué a veces
se parece tanto? ¿Por qué no se celebra un referéndum y se hace lo que diga la
mayoría, como la gente civilizada? ¿Por qué los reyes, cuando dejan de serlo,
enseguida se le afora para que no vaya a los tribunales de justicia ordinaria y
tenga el privilegio de ser juzgado por un tribunal superior? ¿Está hoy la
monarquía tan llena de esplendor como para otorgarle ese beneficio? Aquí, por lo
visto, también interviene la gracia de Dios. Y la verdad, visto desde fuera, cuando el pueblo
cada vez pide más democracia, el asunto no
tiene ni puñetera gracia, porque, una vez más, se demuestra que esa supuesta gracia de Dios solo afecta a los poderosos y ni
las leyes ni la Justicia son iguales para todos.
En el siglo XXI, con Internet y
las redes sociales, con todo un tejido social y político, con miles de
asociaciones y millones de opiniones, la monarquía no sólo resulta algo
obsoleto, sino un privilegio que, contando las numerosas “actualizaciones” está
fuera de época y de lugar.