Hace muchos años que mi
padre, desde su ingenuidad política y su confianza en la Administración
comparaba a los gobiernos con los padres de familia que, en todo momento
velaban por sus hijos. La comparación, amén de absurda, poco o nada tiene que
ver con la realidad política, tan compleja y sucia. Como ejemplo basta recordar
el ominoso recorte que nuestro actual gobierno regional ha dado a la
agricultura ecológica. El tijeretazo es tal que, para hablar con propiedad, habría
que decir que es un hachazo en toda regla. Y esto no es opinable ni susceptible
de ser interpretado así o asá. Esto son matemáticas, cifras que cantan, verdades
como puños que pueden verse en los expedientes “provisionales” que han llegado
a los agricultores ecológicos. De entrada se cambian las reglas del juego y,
haciendo gala de la más vil artimaña política, se suprime una ley con la que la
Administración y los agricultores ecológicos ya se habían comprometido. Se
establece un nuevo sistema de baremación,
y al que no llegue a 25 puntos, directamente le deniegan la totalidad de
la ayuda (unas fuentes hablan de 1500 agricultores y otras de 3000 los que se
quedan sin subvención). Una ayuda que en un 75% procede de la Unión Europea y
cuenta con su beneplácito y sólo con el 25% de la Junta de Comunidades de
Castilla-La Mancha. En segundo lugar se rebajan todas las ayudas, tanto de
cereal (65% menos), como viñedo, olivar y almendros (ahora se quedan en 200 € por ha
frente a los 310, los 340 y 249 € del plan anterior. Para rematar la
faena, constatada la falta de disponibilidad de crédito, -así figura en
los expedientes-, se establece un orden de prioridades según la puntuación otorgada
por la Junta, para cobrar las
menguadas subvenciones. De tal manera que de
no existir disponibilidades presupuestarias suficientes para atender todas las
solicitudes iniciales que sean admisibles, se aplicarán los criterios de
prioridad que se mencionan. Dicho de
otra manera, aquellos agricultores que tengan un número muy alto es muy
probable que no cobren. La nueva ley de
marzo de 2016, para más bemoles, se produce con efectos retroactivos, ya que
debido a la tardanza en los pagos de lo ecológico por parte de la Administración regional, todavía no se ha abonado el ejercicio 2015, y
al estar pendiente, se considera el mejor punto de partida para hacer recortes.
No sé qué se ha hecho con el
dinero que vino de Bruselas exclusivamente para la agricultura ecológica en
2015. Pero es evidente que ese dinero llegó, se gastó en otra cosa y ahora no
hay suficiente. Hay quienes dicen que se ha empleado en pagar a bomberos y
diputados. No conozco cuál es la verdad, pero buena parte del dinero no está y,
a consecuencia de eso, se ha dictado una nueva norma muy lesiva para los
agricultores ecológicos que, por injustas y absurdas razones, deben pagar otras
facturas de la Administración. Personalmente me gustaría mucho recibir una
explicación, aunque no sé si la hay.
Ignoro si la culpa es de este
Gobierno socialista o del anterior, popular. A mi juicio ambos pecan de falta
de transparencia y honestidad. Lo dado
sería denunciar a los culpables ante los
tribunales. Como mínimo, se debería restituir el dinero a sus beneficiarios y
pedir una disculpa. Pero no. En lugar de eso, se dicta una nueva norma,
vergonzosa donde las haya. Como no hay suficiente dinero, a equis agricultores se
les deniega la ayuda y al resto se la
recortan. Una mala actuación de la Administración regional se traspasa a los
agricultores para que paguen los platos rotos. Un pan como unas hostias. Bravo
por Page y el señor Martínez Arroyo.
Al mismo tiempo se promete un nuevo
Plan Estratégico de Agricultura Ecológica para Castilla-La Mancha, para el
período 2016-2020 que, pese a la intención
de aumentar la actual cuantía en 10,4
millones de euros, se quedará muy por debajo de las subvenciones otorgadas en
2014. Y para mayor escarnio, el acuerdo lo firman los sindicatos del campo.
Pague usted la cuota para tan gran apoyo.
Que hay una manifestación de los
agricultores ecológicos en Toledo (30 de abril), pues que la haya. Las
organizaciones agrarias no saben nada. El asunto parece ser que no va con
ellos. Es escandaloso, pero nadie se moja. La historia se repite: una vez más hay
que crear una plataforma de afectados que defienda lo que es justo, lo firmado,
sellado y rubricado en 2015. Porque, de
no tomar cartas en el asunto los afectados, nadie lo hace.
En la manifestación celebrada en
Toledo solo participan la citada plataforma, el sindicato Unión de Uniones,
Asaja de Ciudad Real y la asociación Tierra Sana. Pare usted de contar.
Hay unas 6500 familias que viven
de la agricultura ecológica en Castilla-La Mancha, pero eso parece traer sin
cuidado a la Administración y las organizaciones agrarias. En Francia una
medida similar hubiera provocado una protesta sindical agraria unánime y
multitudinaria. Aquí los apoyos brillan por su ausencia.
A falta de una resolución
definitiva de los expedientes ecológicos, llegan noticias de que desde la Junta
se está abriendo la mano en las puntuaciones a los agricultores y existe la
posibilidad de que se pueda cobrar con menos puntos. Primero envían la
resolución provisional para gastar papel y probar qué tal la digieren los
agricultores. Después la resolución definitiva que mejora la anterior. Si el
palo es menor puede que la gente se conforme. La calculada estrategia de que
Dios aprieta, pero no ahoga.
Creíamos que teníamos bastante
con los pedriscos, la sequía, las plagas, las heladas y el sol inclemente.
Estábamos equivocados, desde las altas jerarquías hay dirigentes que manejan el
campo como les viene en gana. Negocian los precios agrarios, deciden lo que se importa
y lo que se exporta a nuestras espaldas (GATT o Acuerdo General sobre Aranceles
Aduaneros y Comercio, etc). Mientras los agricultores trabajamos, señores con
trajes de marca que sólo han visto el campo en fotografía, nos imponen los
precios de los productos, cambian las
leyes a su medida, hunden mercados y campesinos. Cuando en los pueblos la gente
se afana en el campo, otros utilizan la agricultura como moneda de cambio.
Presidentes de grandes corporaciones financieras y multinacionales especulan
desde lujosos despachos sin pisar la tierra. Políticos de alto rango nos atan
de pies y manos con la fuerza que les otorgan nuestros votos. Basta citar
como ejemplo de esta realidad el Tratado Transatlántico para el Comercio y la
Inversión (TTIP) que ahora se debate. Definirá
la economía mundial en este siglo, pero a pesar de su enorme trascendencia, se
negocia en secreto. Muy significativo.
La economía globalizada y los malos gobiernos
son nuestro mayor pedrisco, nuestra mayor plaga. Y con nuestras escasas protestas
no hay forma de mitigar siquiera sus daños. ¿Tiene el sector agrario castellano-manchego
lo que se merece? Es una buena pregunta que, desde aquí, traslado a quienes no
han querido participar en la manifestación de hace unos días.
La nueva ley de la agricultura ecológica en CLM es
una vergüenza, un robo a los
agricultores e implica una desfachatez de cemento armado. No será nada extraño
que, de seguir la senda trazada, sea imposible mantener el medio ambiente en el
campo. Esta es una tierra árida y desfavorecida. Una
hectárea produce tres veces menos que en el norte de Europa. Las lluvias
escasean. Llevamos tres años ruinosos en lo que a cereal se refiere. Sin las
subvenciones gran parte de nuestra agricultura no es viable ni puede competir.
La eliminación y la reducción de estas ayudas aboca al abandono de las
explotaciones y la muerte de los pueblos. Pero en ese camino andamos. Creo
recordar que la PAC se ha reducido en un 12% este año. Las ayudas a la
agricultura ecológica, ese pequeño salvavidas que animaba al sector, ya sabemos
cómo se está desinflando. El horizonte agrario que se nos plantea cada vez está
más lleno de incertidumbre, pero nadie parece importarle que así no vamos a
ninguna parte.
La ecología es un valor
universal innegable. El respeto a la naturaleza no es solo una forma de vida,
sino el único modo de progreso con futuro. La destrucción de la selva
amazónica, el desequilibrio entre las especies, la contaminación por pesticidas
de ríos y campos, los vertidos en el mar, el fracking, el consumo de
transgénicos, la muerte de miles de
colmenas con la consiguiente amenaza para la polinización y la producción de
alimentos, son actuaciones humanas que provocan graves riesgos para nuestra
salud y la de las plantas y animales que consumimos. El verdadero desarrollo no
pasa por el aumento de la producción, sino por el de la salud y el bienestar,
sin embargo las multinacionales agrícolas y su estrecha alianza con la
industria química son quienes dominan los mercados alimentarios del planeta.
Cambiar el chip no es nada fácil. Su poder es enorme. La Junta de Comunidades,
restando apoyos a la agricultura ecológica, se suma a esa vorágine. No esperen
que les de las gracias por ello.
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