La humanidad cada día da saltos
de gigante. La nanotecnología ha creado nanorobots programados para reconocer y destruir células
tumorales. La multinacional Boeing ha creado el microlattice, el material más
ligero del mundo. Una estructura polimérica 3D
con un entramado de tubos metálicos y un espesor 1000 veces más fino que
un cabello humano y en su mayor parte compuesto de aire que puede suponer una revolución aeronáutica por su resistencia.
Ya están en marcha los coches sin
conductor y también los eléctricos y los de hidrógeno, que son ya una necesidad
imperiosa para evitar la contaminación en las grandes ciudades. Se han
fabricado los primeros prototipos de limpiadores de superficies verticales y
planchadoras de ropa. El comercio on line avanza meteórico y es probable que en
muy pocos años la mayoría de las tiendas tradicionales desaparezcan. La
distribución de los productos en un futuro próximo se hará por drones y eso cambiará
por completo el transporte de mercancías. Los robots, que son una realidad
desde hace muchos años, se extenderán de forma masiva entre la población.
Prepararán el desayuno, limpiarán la casa de arriba abajo y librarán a la
humanidad de miles de tareas mecánicas e ingratas para hacernos la vida más
cómoda.
Las agencias de viajes en un
futuro cercano ofrecerán experiencias virtuales en lugar de billetes de avión y
hoteles. Habrá frigoríficos superinteligentes
que harán la lista de la compra con solo pulsar un botón –Amazón ya lo
hace en algunas viviendas. Todo pasará por la red. Ya hemos empezado a
comprobarlo en nuestra piel. Cualquier empresa fuera del mundo digital no
existe. Internet, el nuevo dios planetario, es la llave de todo. El mundo
entero está a nuestro alcance a un golpe de clic.
Los hijos no consultan a los
padres, al vecino avispado y leído, como antaño. Estas figuras han perdido
mucho peso y a menudo solo conducen a error. Ahora todo se consulta al tótem
internauta. Para preparar un plato, anudar la corbata, arreglar un motor y
hasta fabricar una bomba hay centenares de tutoriales en Internet que nos
explican paso a paso como hacerlo. La red es nuestro cosmos, nuestro principal
instrumento de comunicación y estar al margen de ella equivale a una muerte
anunciada.
Un mundo de comunicaciones
instantáneas exige respuestas
inmediatas. Por eso en la actualidad todo va más rápido. El capitalismo reclama
más rendimiento, más rentabilidad, e imbuidos
por su prisa nos ordena hacerlo todo antes. Queremos que nos quede más tiempo
para nosotros, más para la familia, más para el descanso, más para perderlo.
Pero, ya hemos entrado en un bucle sin salida. El trabajo cada vez exige más de
nosotros, la competitividad es mundial y el miedo a quedarnos fuera del mercado
laboral nos lleva a una entrega absoluta. Y esa entrega nos deja exhaustos y sin
vida personal.
La nueva sociedad hacia la que vamos
nos brindará más tiempo libre y muchas más comodidades, pero para alcanzarlas el
capitalismo exigirá nuevos sacrificios de nosotros. Más exigencias, más
responsabilidad, nuevas metas en la sociedad del bienestar para que sigamos en
la misma rueda que engrasa el sistema.
La tecnología, adorada y venerada, nos
facilita la vida, pero no es sinónimo de
felicidad. Hoy nos ha hecho mucho más vulnerables y, como siempre, puede
matarnos. Las guerras de hoy son más mortíferas que nunca y la seguridad se ha
convertido en la principal obsesión del mundo civilizado.
El planeta hoy no es muchísimo
más feliz que ayer a pesar de todos sus avances. La tecnología no fomenta el
equilibrio porque jamás está al alcance de todos. El mundo, desde sus orígenes,
siempre ha ido a la pata coja en justicia e igualdad y así es probable que
siga, puesto que cada año aumentan los desequilibrios.
Como el burro que persigue la
zanahoria, seguiremos tras la felicidad, pero quizás nunca lleguemos a
comprender que sólo es un señuelo, que siempre está un paso más allá de
nosotros porque no la buscamos donde debemos. Antoine Saint Exupery dice en El
principito que lo esencial es invisible a
los ojos. Lleva razón, quizás nunca podamos ver que empleamos la mayor
parte de nuestro tiempo en tener y
casi nos olvidamos de ser, que cada
día nos arrebatamos nuestro mayor tesoro: el tiempo que dedicamos a nosotros.
Quizá dentro de unas décadas las
máquinas lo hagan todo y no sepamos qué hacer con nuestro tiempo libre. Una
sociedad más perfecta donde todo esté hecho, mascado y digerido, ¿encontrará
algún quehacer? La necesidad aguza el ingenio. La carencia estimula la
imaginación. Los problemas hacen pensar y buscar soluciones. Sin embargo, una
sociedad saciada de bienestar a menudo conduce a la holganza y el
estancamiento. Quizá nos mate el aburrimiento o la depresión. Si llega ese
momento no les quepa duda de que el sistema creará un modelo de ocio mucho más
avanzado para sacarnos el jugo a todos.
Con tantos avances, ¿la gente se
aburrirá en el futuro? El ser humano es inquieto e inconformista por
naturaleza. Eso nos salvará del tedio.
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