domingo, 15 de enero de 2017

Hacia la sociedad del aburrimiento




La humanidad cada día da saltos de gigante. La nanotecnología ha creado nanorobots  programados para reconocer y destruir células tumorales. La multinacional Boeing ha creado el microlattice, el material más ligero del mundo. Una estructura polimérica 3D  con un entramado de tubos metálicos y un espesor 1000 veces más fino que un cabello humano y en su mayor parte compuesto de aire que puede suponer una  revolución aeronáutica por su resistencia.
Ya están en marcha los coches sin conductor y también los eléctricos y los de hidrógeno, que son ya una necesidad imperiosa para evitar la contaminación en las grandes ciudades. Se han fabricado los primeros prototipos de limpiadores de superficies verticales y planchadoras de ropa. El comercio on line avanza meteórico y es probable que en muy pocos años la mayoría de las tiendas tradicionales desaparezcan. La distribución de los productos en un futuro próximo se hará por drones y eso cambiará por completo el transporte de mercancías. Los robots, que son una realidad desde hace muchos años, se extenderán de forma masiva entre la población. Prepararán el desayuno, limpiarán la casa de arriba abajo y librarán a la humanidad de miles de tareas mecánicas e ingratas para hacernos la vida más cómoda.
Las agencias de viajes en un futuro cercano ofrecerán experiencias virtuales en lugar de billetes de avión y hoteles. Habrá frigoríficos superinteligentes  que harán la lista de la compra con solo pulsar un botón –Amazón ya lo hace en algunas viviendas. Todo pasará por la red. Ya hemos empezado a comprobarlo en nuestra piel. Cualquier empresa fuera del mundo digital no existe. Internet, el nuevo dios planetario, es la llave de todo. El mundo entero está a nuestro alcance a un golpe de clic.
Los hijos no consultan a los padres, al vecino avispado y leído, como antaño. Estas figuras han perdido mucho peso y a menudo solo conducen a error. Ahora todo se consulta al tótem internauta. Para preparar un plato, anudar la corbata, arreglar un motor y hasta fabricar una bomba hay centenares de tutoriales en Internet que nos explican paso a paso como hacerlo. La red es nuestro cosmos, nuestro principal instrumento de comunicación y estar al margen de ella equivale a una muerte anunciada.
Un mundo de comunicaciones instantáneas  exige respuestas inmediatas. Por eso en la actualidad todo va más rápido. El capitalismo reclama  más rendimiento, más rentabilidad, e imbuidos por su prisa nos ordena hacerlo todo antes. Queremos que nos quede más tiempo para nosotros, más para la familia, más para el descanso, más para perderlo. Pero, ya hemos entrado en un bucle sin salida. El trabajo cada vez exige más de nosotros, la competitividad es mundial y el miedo a quedarnos fuera del mercado laboral nos lleva a una entrega absoluta. Y esa entrega nos deja exhaustos y sin vida personal.
La nueva sociedad hacia la que vamos nos brindará más tiempo libre y muchas más comodidades, pero para alcanzarlas el capitalismo exigirá nuevos sacrificios de nosotros. Más exigencias, más responsabilidad, nuevas metas en la sociedad del bienestar para que sigamos en la misma rueda que engrasa el sistema.
 La tecnología, adorada y venerada, nos facilita la vida, pero  no es sinónimo de felicidad. Hoy nos ha hecho mucho más vulnerables y, como siempre, puede matarnos. Las guerras de hoy son más mortíferas que nunca y la seguridad se ha convertido en la principal obsesión del mundo civilizado.
El planeta hoy no es muchísimo más feliz que ayer a pesar de todos sus avances. La tecnología no fomenta el equilibrio porque jamás está al alcance de todos. El mundo, desde sus orígenes, siempre ha ido a la pata coja en justicia e igualdad y así es probable que siga, puesto que cada año aumentan los desequilibrios.
Como el burro que persigue la zanahoria, seguiremos tras la felicidad, pero quizás nunca lleguemos a comprender que sólo es un señuelo, que siempre está un paso más allá de nosotros porque no la buscamos donde debemos. Antoine Saint Exupery dice en El principito que lo esencial es invisible a los ojos. Lleva razón, quizás nunca podamos ver que empleamos la mayor parte de nuestro tiempo en tener y casi nos olvidamos de ser, que cada día nos arrebatamos nuestro mayor tesoro: el tiempo que  dedicamos a nosotros.
Quizá dentro de unas décadas las máquinas lo hagan todo y no sepamos qué hacer con nuestro tiempo libre. Una sociedad más perfecta donde todo esté hecho, mascado y digerido, ¿encontrará algún quehacer? La necesidad aguza el ingenio. La carencia estimula la imaginación. Los problemas hacen pensar y buscar soluciones. Sin embargo, una sociedad saciada de bienestar a menudo conduce a la holganza y el estancamiento. Quizá nos mate el aburrimiento o la depresión. Si llega ese momento no les quepa duda de que el sistema creará un modelo de ocio mucho más avanzado para sacarnos el jugo a todos.
Con tantos avances, ¿la gente se aburrirá en el futuro? El ser humano es inquieto e inconformista por naturaleza. Eso nos salvará del tedio.  




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