Constitución Española /Articulo 27 . 2 La educación tendrá por objeto el pleno
desarrollo de la personalidad humana en el respeto a los principios
democráticos de convivencia y a los derechos y libertades fundamentales.
Un día el
chaval llegó y dijo que se había acabado el combustible para la calefacción en
el instituto y no había dinero para reponerlo. Al cabo de unos días más contó
que el centro no tenía Internet por falta de pago. Otro llegó diciendo que iban
a estar sin profesor mes y medio y que nadie iba a venir a sustituirlo. Otro
que el especializado en la materia “x” estaba dando la materia “z” y andaba
bastante perdido, pero que era el que iban a tener a lo largo de todo el curso.
Estos y otros muchos sucesos, sin ir más lejos, han sucedido en nuestro pueblo,
en nuestro instituto, en nuestro colegio, que viene a ser una parte
infinitesimal de lo que está sucediendo en el resto de España, tanto en
colegios e institutos como en la universidad o en el campo de la
investigación, pero sin duda es un
claro ejemplo del empeoramiento de la educación y del maltrato a quienes valen.
Notorios son los casos de investigadores que tienen que ir por ahí haciendo
rifas y actividades para poder costear el sacar una nueva vacuna o aplicar un
nuevo avance que palie una enfermedad.
La
respuestas son siempre las mismas: la herencia recibida, no hay dinero, hay que
racionalizar el gasto, que se está aplicando una gestión “eficiente”, y otras
por el estilo.
Pero, ¿quien puede creer ya en nada de eso? España
ha ayudado a los bancos, con miles de millones de euros, a pesar de sus malas
prácticas, sus preferentes, sus bonos basura y sus pelotazos especulativos,
origen de la actual crisis. Ha habido una
amnistía fiscal, para que especialmente las grandes fortunas sigan
defraudando sin cortapisas. La corrupción no se ataja y los políticos se untan
bien en ella, perdiendo cualquier supuesta autoridad moral para que sigamos
creyendo en ellos.
Dicen que el presupuesto en
educación se ha reducido en 3700 millones de euros, y eso, teniendo en
cuenta que hace tiempo que estamos a la
cola de Europa, sin duda debe ser un empujón de miedo. El ministro del ramo, el
señor Wert, como si viviera en Finlandia, nos dice que en España sobran 20.000
maestros y profesores. De lo que se deduce que
ha metido el informe Pisa debajo de la alfombra, se ha olvidado del
fracaso escolar y, por no se sabe que regla de tres, ha llegado a la conclusión
de que nuestra educación es tan potente que andamos sobrados y no hace falta
mejorarla.
Después de la reforma de la
reforma y unas cuantas leyes educativas que en poco o nada parecen haber
mejorado nuestra educación. Esta última parece ser la guinda del pastel y,
queramos o no, nos la tenemos que comer con patatas. La estrategia de la nueva
LOMCE parece clara: Los que fracasen que se retiren, que dejen espacio a los
demás. Si dejan los estudios a los 14, no hay problema, que los dejen, así a lo
mejor cambian las estadísticas. De esta forma, con muchos menos alumnos, harán
falta muchos menos profesores y la educación “mejorará” aunque solo sea en el
INE.
Que la religión en un estado
laico como el nuestro, se potencia en detrimento de otras asignaturas y cuenta
en el currículum, pues no importa, así se tiene a la curia contenta. Que va a haber reválidas y pruebas externas
realizados por agentes ajenos al centro donde los alumnos estudian y si no se
superan se quedan sin titulación, pues mejor que mejor, así se esclarece al
alumnado. Siempre habrá decepcionados que se vayan a su casa y dejen los
libros. Los cerebritos que estudien y los normalitos y regulares que lo dejen.
Que suben las matrículas en la universidad y se reducen las becas y sólo pueden
estudiar los ricos, pues que se jodan los demás, que el Estado no está para
mantener a gente con una mano delante y
otra detrás. Que en los comedores hay que llevarse la merendera, pues que se la
lleven, que ya está bien eso de andar a la sopa boba.
“Acabemos con la pobreza,
matemos a los pobres”, escribió algún neoliberal en una pintada para bochorno
de cualquier persona con dos dedos de ética. Ese mismo lema parece aplicarse
hoy a la nueva ley de educación tantas veces rechazada y vituperada en docenas
de manifestaciones por parte de todo el sector educativo, por todos los
partidos políticos con excepción del Gobierno.
Acabemos con la ignorancia,
“eliminemos” a los alumnos, a los profesores, a los que disienten, a los que se
niegan a aceptar que la enseñanza en España va a mejorar con peores normas y
mucho menos presupuesto.
No importa que tu hijo no
tenga profesor un mes o más, no importa que el que le de una materia no tenga
demasiados conocimientos de ella. No importa que no haya profesores de apoyo.
Da lo mismo. Luego todo se igualará con
una buena reválida y un suspenso general. No importa que los libros no sean
gratis, que los comedores se cierren, en España solo hay doce millones de
personas en situación de pobreza y exclusión.
No importa. Nada parece
importar. Porque si importase habría menos dinero para rescatar a los bancos y
especuladores y más para la educación, más para la cultura y la sanidad. Más
para el ciudadano y menos para las grandes corporaciones y para las empresas
que se aprestan como buitres a privatizar lo que debería seguir siendo un
derecho de todos. Menos para los grandes proyectos faraónicos inútiles y más
para lo vital y necesario.
Aprobada esta reforma,
calificada por algún alto cargo del Gobierno como el medio para llegar a la
“excelencia educativa”, ya sólo nos queda que a educadores, padres y alumnos
nos den el carné de idiotas. Resulta que es una ley estupenda y no nos habíamos
enterado. ¿En qué estaríamos pensando para no darnos cuenta?