domingo, 19 de febrero de 2012

Camino del azar

María tenía unos ojos azules preciosos y olía a mar y azahar. A menudo me llevaba a una cala escondida, mientras la espuma de las olas rompía  contra las rocas. Me miraba con afán, persiguiendo resolver el misterio de los sentimientos. Su pelo rubio acariciaba mi piel de pergamino. Sus manos de seda, me tocaban y me estremecían. Pero no podía emocionarme. Soy incapaz de sentir, de amar. Tan solo sueño.
Cuando el sol estaba alto nos refugiábamos bajo una sombrilla.Yo estaba a merced de sus manos hasta que el sol caía sobre el horizonte. María me miraba en silencio y yo, en silencio, sentía que  hablaba a través de sus ojos.
En ocasiones le hice reír y eso me halagó profundamente. Pero  también la entristecí y dejó caer algunas lágrimas  sobre mi y ya no supe si me quería o me odiaba.
Un día nuestro idilio se acabó junto al malecón donde nos conocimos. Yo me quedé allí. Quieto, mudo, sin ojos para llorar ni boca para gritar su nombre, mientras María se alejaba sin volver la vista atrás.
 De una manera u otra todo concluye y el voluble corazón humano salta, cae, trepa y,  sobre todo, olvida.
 Pronto, en el malecón, por puro azar, conocí a Gloria, una joven con la que emprendí un largo viaje a Finlandia, donde me enseñó lo que era el frío y las montañas, los lagos y los bosques nevados. Pasamos nuestros mejores momentos junto al fuego, en una acogedora cabaña. Pero Gloria también me dejó.
Por puro azar y afán viajero, me fui a Groenlandia. Allí me hice amigo de un simpático inuit, que me albergó en su iglú. A veces me miraba de reojo, pero las más,  me abandonaba. Me gustaba su forma de sonreír y también los grandes icebers azulados que navegaban a la deriva. Pero ambos hablábamos lenguajes diferentes y jamás nos entendimos.
De nuevo solo, el azar volvió a cruzarse en mi camino y me fui en avión a Nueva York con Fanny, toda una mujer. Pasaba todo su tiempo libre conmigo. Recuerdo sobre todo los días que  fuimos a Central Park y lo pasamos en grande. Fue alguien muy especial para mí.. Sus ojos negros tenían una mirada dulce y apasionada. La cascada de su melena,  me dejaba como recuerdo alguno de sus largos cabellos. Pero, a pesar de los muchos momentos de felicidad  juntos, desde el primer instante supe que aquella amistad también sería efímera y se diluiría con el paso del tiempo. El azar regía mi vida. Había sido así siempre y así seguiría.
Algunas personas creen que pueden forjar su vida con la fuerza de su empeño. Sin embargo, es el azar quien decide por ellos. Encontrar a la persona que quieren o trabajar en lo que les gusta, a menudo depende de tomar un camino u otro, de la casualidad, de estar en el lugar y en el momento oportunos.
Muchos se sienten capitanes de su barco. Pero el barco que tripulan no es suyo, es del ancho mundo que los rodea, y aunque bregan al timón, es el azar quien dirige el rumbo de su destino.
Un día Fanny desapareció de mi vida y me quedé solo de nuevo. Aguardando otras manos, otros ojos, otros azares que me llevaran por el inmenso mundo. Pero a veces el mundo  también es un pañuelo.
Cansado de esperar en  un banco, me reencontré con mi padre después de quince años. Sus manos exhibían las pequeñas manchas de la edad y su pelo era muy cano. Me abrazó con ternura contra su pecho. Miró mi portada desgastada por los lectores. Acarició mi lomo, como si  fuese aquel perro suyo que anduvo meses perdido y, por azar, logró encontrar. Miró la foto de la cubierta, el título, su nombre en letras de imprenta. Entusiasmado, como si hubiera encontrado un tesoro. Pero solo era yo, su libro. El mismo libro que, obsesionado, escribió durante meses. Con la errata en la penúltima página. Con las mismas frases que, paciente, escribió y enmendó cuando era más joven. Palabras viajeras que habían hecho soñar, sonreír, llorar y amar.
Me hojeó: me quería. Pero no me llevó con él. Me abandonó en el banco del parque. El azar debía seguir su camino.

1 comentario:

  1. ¡Felicidades por el blog!
    Sabes que siempre he disfrutado leyendo lo que escribes: Por lo que dices y por cómo lo dices; tanto cuando recreas recuerdos, en plan literario, como cuando analizas certeramente la realidad, con espíritu crítico... Así es que te seguiré y te recomendaré.

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