Antaño se decía que Dios estaba con nosotros cuando la fortuna nos sonreía o algún asunto venía rodado. Hoy la expresión está en desuso. Algunos piensan que la causa es que ya no somos tan católicos como antes. Otros en cambio lo achacan a que con la crisis en la que estamos, Dios se ha largado con viento fresco.
De un modo o de otro, e incluso de ninguno de los dos, en el siglo XXI, Dios es otro y se ha hecho carne entre nosotros a través de las agencias de calificación de riesgos, quienes no cesan de redactar informes y abrir su particular caja de Pandora, con toda clase de truenos y malos augurios.
En esta era de certificaciones, actas notariales, acreditaciones, peritos, polígrafos y sueros de la verdad, en donde nuestra mayor certeza es la posibilidad de perderlo todo, estas diosas capaces de valorar los riesgos de las finanzas ajenas se han convertido en los gurús que evalúan el presente y vaticinan el futuro de las economías de los países. En especial de aquellos que andan con el agua al cuello.
Standard & Poors, Moody´s, Fitch y otras agencias, cumplen sus encargos e, informe en mano, provocan que la bolsa se tambalée, cambien los gobiernos y el miedo y la incertidumbre se nos meta en el cuerpo. Pocos son los que se salvan de esta peste económica y quien más y quien menos trata de atarse el dedo por lo sano y recorta donde puede y hasta donde no debe. Pero, ¿son tan fiables las agencias de calificación?
Lo cierto es que todas la agencias califican las deudas soberanas de los países en riesgo y, día tras día, cotiza en bolsa la miseria para que un grupo de corporaciones financieras y desaprensivos vuelvan a subir los intereses y asfixien a países enteros.
Día sí y día también las agencias de calificación, a través de todos los medios de comunicación, aventan entre nosotros nuevas sospechas, incertidumbres y desconfianzas a las que de por sí ya teníamos.
Nos hablan del bono alemán, de la prima de riesgo, que ya nos resulta más familiar que algunas de nuestras propias primas. Nos hablan de cuestiones que muchos de nosotros no alcanzamos a comprender plenamente. Pero la verdad es que, en este siglo tumultuoso y despiadado, la economía cada vez se hace más enrevesada para que al final no haya nadie que la entienda. Y las preguntas me zumban en la cabeza como avispas dispuestas a clavar su aguijón. ¿Por qué las agencias de calificación tienen tanto poder?, ¿por qué sus augurios son seguidos al pie de la letra por todo el orbe, como verdades inmutables, a pesar de sus sonados errores?. ¿Son las dueñas de la verdad absoluta?.
Standard & Poor's otorgó la categoría mayor (AAA ) a grandes paquetes de hipotecas basura. Los inversores confiando en el bajo riesgo adquirieron bonos basura con grandes pérdidas. Por ejemplo, las pérdidas sobre un valor de 340.7 millones de dólares de estos bonos emitidos por el Credit Suisse Group llegaron hasta 125 millones, aunque fueron calificados como AAA por Standard & Poor's. También, en 2008 y 2009, en la crisis financiera de Islandia, Standard & Poor´s dió la máxima calificación a los bancos islandeses y luego se hundieron. Me pregunto quién califica a las agencias de calificación, cuyo prestigio debería estar en entredicho por sus históricos errores. ¿Qué nota habría que ponerles a cada una de ellas?. ¿La triple A, la B o la C?. ¿La A-1, La B 3 o la C-2?. Cuanto más lo pienso, más llego a la conclusión de que esto parece cada vez más a ese juego de los barcos al que yo jugaba en mi adolescencia. A-1, agua .B-2, tocado, C-3, tocado y hundido.
En estos tiempos de crisis, todo el mundo necesita ser evaluado para saber a cuanto ascenderán al día siguiente los intereses de sus nuevos préstamos, si los consigue. Ante la desconfianza un informe cada día y, cada día, una vuelta de tuerca más hacia el abismo
¿Quiénes ganan hundiendo países, devaluando monedas y esperanzas y creando parados y desesperados?. ¿Quiénes se frotan las manos con el cacareo de tanta desconfianza?. Sin duda alguna los países y corporaciones financieras que prestan dinero.
. ¿Por qué un día la deuda de un país, sin que suceda nada excepcional, por espacio de unas horas crece un 20 un 30 o un 40%?. Ignoro los tecnicismos macroeconómicos y bursátiles de cada una de las respuestas que corresponderían a estas preguntas. En el castillo de naipes que se ha convertido esta crisis, el más leve soplo hace tambalearse y caer a pequeños y grandes.
Pero es obvio que detrás de toda esta maquinaria financiera está el gran capital y la especulación. Quienes prestan el dinero a Grecia, Irlanda, Portugal, Italia o España, ante la alarma por el riesgo, – a veces artificial- suben y suben sus ganancias. De quienes nos hemos hecho dependientes para subsistir, de quienes tienen la sartén por el mango podemos esperarlo todo menos la bondad.
Descalifica un país que algo queda, ese parece ser el lema del momento. Y aunque ahora, después de tanto tiempo, se está intentando ponerle coto, el endeudamiento y el drama ya lo tenemos encima.
Me pregunto cómo se puede generar confianza en los mercados y en las personas con tantas inyecciones diarias de desconfianza, con tantas trampas y añagazas. Es como si el médico que va a ver al enfermo le apretase el cuello y le dijese: está usted muy mal, veo muy difícil que salga de esta.
La confianza genera confianza y la desconfianza, más desconfianza y más intereses para quienes, como España, piden créditos. El tiempo dirá donde acaba este culebrón.
M. Picó